La nave de combate de la enfermera Carolina
Arrurú mi niña, arrurú mi amor, duérmete pedazo de mi corazón.
Ver la carita su hija mientras duerme le da fuerzas. La arropa y apaga la luz. Quisiera poder pasar todas las noches junto a ella, pero su trabajo no da espera.
Mientras su hija está en la hora de la siesta, Carolina alista los teteros, plancha su uniforme y prepara su cena. Su suegra le da la bendición y promete cuidar a su angelito en su ausencia.
Baja las escaleras a toda velocidad, porque el tiempo corre y el camino es largo. Antes de cerrar la puerta oye el llanto de Nahomy, reclamando que su mamá se quede. Con el corazón arrugado, cierra y se marcha, dejando a la dueña de su corazón sollozando.
Desearía trabajar un poco más cerca a su casa, ya que seis noches a la semana debe desplazarse desde Soacha hasta la Autopista Norte con calle 142, para recibir su "nave" y alistarse para atender las emergencias del norte de Bogotá.
Fue la idea de salvar vidas la que impulsó a Carolina Daza a ingresar a la Defensa Civil a sus 14 años e iniciar sus primeros pinos en la enfermería. Mientras en la mañana iba al colegio, en la tarde hacía cursos de primeros auxilios y posteriormente, se preparó para ser auxiliar de enfermería.
Esta vocación, la ha mantenido durante 10 años preparándose para servir al país. Actualmente, es profesional en enfermería y se desempeña como tripulante de ambulancia de la Subred Integrada de Servicios de Salud del Norte. Desde las 6 p.m. hasta las 6 a.m. resguarda las calles de Cedritos y Usaquén.
Luego de revisar los equipos de la ambulancia, esperan el llamado a su radio para acudir a donde necesiten de su ayuda. En medio de la pandemia, la gente ha empezado a temer, por lo que las llamadas se han reducido.
Antes de la cuarentena se podían realizar 3 o 4 traslados en una noche, más 2 valoraciones en el domicilio. Ahora, se realizan 4 o 5 valoraciones en una noche, que en ocasiones resultan en máximo un traslado, ya que las personas se niegan a ir a los hospitales.
Hace unas noches, esta ambulancia y sus tripulantes afrontaron la mayor prueba de fuego: trasladar un caso positivo de Covid-19. Llegó el llamado. La mujer al otro lado de la línea les informaba la situación y la dirección.
Carolina y Rafael, el conductor de la ambulancia, se miraron, con la misma preocupación en las pupilas, mientras en el fondo se escuchaba en segundo plano a la operadora recordándoles todos los protocolos de seguridad. Al finalizar el llamado hubo un silencio sepulcral.
No había opción. Con el corazón palpitando a toda velocidad, se desplazaron hasta el domicilio del paciente. Al llegar, se prepararon para el ingreso. Luego de ponerse el traje quirúrgico, una bata, tres pares de guantes, doble tapabocas, careta, gorro y polainas, quedan aislados hasta donde es posible del exterior.
Ingresan a la casa, el paciente está listo para el traslado. Sus familiares los miran con agradecimiento, se nota la tristeza en su semblante. En el camino hasta la puerta se dan las últimas despedidas, cargadas de sentimiento. La hija del paciente grita antes de que la puerta de la ambulancia se cierre "Ya volverás, y ese día haremos tremendo sancocho".
Con un nudo en la garganta, Carolina cierra y la ambulancia se pone en marcha. Durante todo el trayecto, piensa en su pequeña, que a sus 9 meses ha tenido que afrontar el hecho de que sus papás sean enfermeros.
Luego de dejar al paciente en el hospital, y hacerse una desinfección completa, Carolina llama a su esposo, sabe que ya está en la casa. Le pide que le envíe una foto de Nahomy, quien duerme sobre su regazo.
Nuevamente ve ese rostro angelical, siente una recarga de baterías infinito. Sabe que no es sencillo, tener que pasar por un ritual de limpieza de más de media hora antes de poder saludar a su bebé, pero lo vale.
Su corazón está lleno de amor, por un lado la pasión por su carrera y su vocación, y por el otro, el amor a su familia.
Regresa a su casa en la mañana. Desayuna con su esposo e hija. Deciden quitar las noticias y poner una película. Nahomy ríe, mientras Carolina se deja llevar por los brazos de Morfeo.
Sueña con que superamos la pandemia y todos volvemos a la normalidad, sueña con que atiende emergencias caseras mínimas. Se quita el peso de la preocupación por el coronavirus y duerme, finalmente descansa.
ÉRIKA PULIDO