Dayro González

La educación en la pandemia: el reto de un profesor de diseño


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A Dayro González no le cambió mucho la vida con la llegada de la pandemia que si lo logró con el mundo entero.

Pero si hubo una transformación, algo que él logró, pudiendo romper una barrera, al echar abajo una idea que llegó con la virtualidad: pudo arreglárselas para enseñarle a sus alumnos ilustración análoga y digital a través de una pantalla, una tarea que requiere de la presencialidad para llegar a feliz término.

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Dayro es un diseñador gráfico que trabaja como 'freelance', lo que quiere decir que lo hace en casa, así que llegó a la pandemia con ventaja. De ahí su idea que no cambió mucho su forma de hacer las cosas. Pero empezó a alternar su profesión con la docencia en una universidad, donde enseña ilustración e infografía.

Y ahí es donde el coronavirus lo afectó, como terminó haciéndolo con todos, inevitablemente.

La vida transcurría entre sus clases, a las cuales iba en la mañana (lo contrataron en media jornada), para volver a casa y encontrarse con su proyecto personal: un trabajo que adelanta con un colectivo de amigos, elaborando piezas en 3D. En la noche, volvía a dictar otras clases.

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Hasta que llegó la cuarentena que encerró a millones en sus casas y los obligó a transformar sus rutinas laborales y educativas.

Las clases, ocho en total, se volvieron virtuales. Antes que tuviera que enseñar a través de un computador, pasaba la primera parte de su lección enseñando técnicas a sus alumnos, para que, en la segunda hora, estos pudieran aplicar lo aprendido. Dayro iba puesto por puesto recibiendo preguntas, aclarando dudas, acompañando a los muchachos. Eso ya no es posible.

Tener un promedio de 16 a 20 alumnos por clase, a los cuales hay que adaptar al modelo de clase virtual, fue una tarea digna para romper barreras. Dayro lo entendió así, pese a que resultó ser una labor muy complicada al principio: sus horarios se extendieron dramáticamente, tuvo que ocupar sus fines de semana para resolver actividades y pasar por la pena de escribir a sus dirigidos un domingo. Por fortuna, ellos respondieron comprensivamente.

Al revisar trabajos, su trabajo se triplicó, ahora debía explicar y acompañar el proceso de aprendizaje desde casa. Buscó métodos para hacerse entender de la mejor manera y optó por mandar sus apreciaciones por correo. Pero la dinámica le resultó muy desgastante y prolongada.

No se desanimó y buscó otra manera de acelerar el proceso. Así que encontró en los audios de whataspp sus mejores aliados para comunicarse con sus alumnos y logró reducir el tiempo que gastaba en corregir o hacer comentarios sobre los trabajos, que también recibía por email.

Sin embargo, seguía 'dándole' hasta tarde con sus grupos de trabajo. Sabe que no hay que culpar a nadie, ni siquiera a la pandemia, mucho menos a la institución o sus miembros. También entiende que no es al único que le pasó: el 2020 obligó a la humanidad a transformar algo, así fuera en pequeñas proporciones.

 

Rompiendo Barreras desde la docencia

Dayro tuvo que poner en pausa su proyecto personal, el compromiso con sus alumnos está primero. La dificultad de enseñar su especialidad a través de un computador lo puso a prueba y lo obligó a 'reinventarse', una acción muy familiar en la pandemia.

Pensó que la calidad de sus clases y de la educación en general, iba a disminuir, pero no fue así. Al comienzo se veía como una situación muy caótica, pero él y muchos maestros lograron adaptar los procesos para seguir compartiendo su conocimiento, esta vez desde una pantalla, logrando que los entregaran buenos proyectos. Pudieron romper barreras.

Lo más satisfactorio para Dayro fue el resultado. Acabó el semestre y pudo regresar, de a poco, a su proyecto personal: hacer piezas en 3D. Pero lo más importante ha sido saber que hizo un buen trabajo, pese a las circunstancias adversas. Que sus alumnos se lo reconocieran y le agradecieran.

Definitivamente, algo si cambio para él: logró romper barreras a través de su profesión y sentar un precedente sobre la educación virtual, enseñando que es posible hacerlo y luchar contra la necesidad de estar presente. Llegará el momento en el que pueda volver a ver a sus alumnos y dedicarles la hora que merecen, para corregirlos y apoyarlos en el aula de clases.

JUAN DAVID CORTÉS L.