Con ‘bullenrap’, los habitantes de San Onofre reconstruyen tejido social
Al ritmo de tambores y hip hop, niños, jóvenes y ancianos del corregimiento de Libertad, en el municipio de San Onofre (Sucre), cuentan la realidad del conflicto armado en su territorio, mientras sanan las heridas del pasado. Una comunidad que estuvo bajo el dominio de los grupos de autodefensas; hoy, ejemplo de resistencia civil.
Por: Ana Lucía Rey González- Equipo Digital Canal Institucional
«Hacia el año 2000, llegan señores armados a imponer una ley, donde todo el que se oponía, como decimos nosotros: “Pa’ el barrio de los acostados” », cuenta Luis Caravallo, líder del grupo Afromúsica Huellas del Cuero y víctima de la violencia armada en Sucre.
En ese año, como cuenta Caravallo, grupos de autodefensas, del Bloque Héroes de los Montes de María y el frente La Mojana, bajo el mando de alias Ramón Mojana, tomaron el control de la zona conocida como Montes de María, que abarca los departamentos de Sucre y Bolívar.
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Perpetraron masacres en los corregimientos de El Salado (2000) y Chengue (2001), lo que ocasionó, según cifras de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), 13.157 casos de desplazamiento forzado tan solo en el municipio de San Onofre. “Le damos 24 horas para que abandone sus tierras o lo matamos”, les exigían.
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Sus habitantes eran intimidados; las mujeres, víctimas de violencia sexual; quienes se oponían a las órdenes de los comandantes, torturados. “Se llevaron consigo la alegría de la comunidad”, dice Caravallo.
Los mismos hombres que, inicialmente, habían llegado para proteger a la comunidad – según le aseguraban a sus víctimas- fueron los protagonistas y victimarios de la violencia en los Montes de María.
El momento de decir ¡Basta ya!
El 14 de junio de 2004, los habitantes del corregimiento de Libertad decidieron enfrentarse a los paramilitares que, durante cuatro años, los habían amedrentado. Se cansaron de callar, de vivir encerrados en sus casas, de abandonar los caminos por los que antes caminaban sin preocupaciones. Su único anhelo era volver a vivir en paz.
Lograron que se fueran de su territorio. Se unieron como pueblo y lo consiguieron, pese a todos los pronósticos.
La alegría del bullerengue floreció. Y fue la música la que los motivó a dejar atrás un pasado lleno de dolor. Con tambores, empezaron, poco a poco, a contar sus historias y a resignificar las huellas del conflicto.
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Y así fue como crearon la Organización Juvenil Fomentadora de Paz y, a su vez, el grupo Afromúsica Huellas del Cuero.
Las expresiones artísticas, como la música y la danza, antes prohibidas por los integrantes de las AUC, tomaron vida. El tejido social se reconstruía, hebra a hebra.
“Soy la voz de aquellos que tienen temor
Yo soy la voz de aquellos que guardan silencio
Y a través del rap expreso lo que siento
Liderando contra la violencia este movimiento
Con orgullo de este pueblo que yo represento”…
Video tomado de Youtube, Experiencia Records.
El bullerengue, música típica de la región, se mezcla con sonidos urbanos, que corean, desde los más pequeños hasta los ancianos del corregimiento de Libertad. Las mujeres, vestidas con trajes multicolor, bailan al son de los tambores; mientras los niños siguen el ritmo de los mayores.
Todos se reúnen sin invitación, mientras la música, con su poder catártico, va limpiando las heridas y cicatrizando las tristezas de aquellos días en los que una atmósfera de zozobra reinaba en este lugar, en el municipio de San Onofre.
Luis aún recuerda cuando los hombres armados llegaban a las casas y secuestraban a los liberteños. “A veces, tú estabas sentado en la puerta de tu casa y llegaban en una camioneta. Se llamaba ‘el último llanto’, pues quien se montaba en ella no vivía”, dice.
Era un niño cuando la guerra tocó a su puerta. Como si fuera ayer, revive aquellos días en los que los paramilitares llegaban e irrumpían en el corregimiento. Sin embargo, afirma no sentir temor. Y esto lo plasma en canciones como Yo no tengo miedo, Supervivientes y El pueblo que sueña.
Con sus líricas, también busca que la comunidad conozca los hechos como realmente son. Por eso, dice ser, además de ser un músico empírico, un investigador interno. Él se ha tomado el trabajo de hablar con las víctimas de su corregimiento, escuchar sus experiencias y reescribir la historia de Libertad. Todas las historias toman vida en sus letras.
“Hoy, la historia se cuenta sonriendo. Nos cansamos de estar en ese silencio, en esa tristeza que en el pasado nos aferró a eso”, concluye.